CRÍTICA DE TEATRO | «La guerra del sofá», de Manuel Hidalgo

la guerra del sofá

Millones de parejas en el mundo, las mismas discusiones. Como si el tiempo no pasase por las generaciones, como si el salón del Pequeño Teatro Gran Vía fuera el de nuestra propia casa, como si Lola Baldrich y Gorka Mínguez fueran él y ella, como si fuéramos tú y yo.

Lo cierto es que la batalla en La guerra del sofá empieza floja con balas cargadas de trivialidad, pero la contienda se calienta en poco tiempo y pronto ambos miembros de la pareja tiran a dar lanzando contra el otro lo primero que se les pasa por delante.

Así somos, discutimos por cualquier cosa que se preste a ser arma arrojadiza. Si no tenemos nada a mano sobre lo que discutir se rescatan viejas rencillas y asunto arreglado. Si no es porque sales tú de marcha, es porque salgo yo, si las vacaciones de este año aún no han dado juego, se sacan a relucir las del año pasado. Las necesidades fisiológicas de cada uno y la forma de satisfacerlas no dejan de ser un as bajo la manga y a las malas siempre se puede meter uno con la madre del otro sin dejar de estar alerta por si el otro se mete con la madre de uno.

Los actores interaccionan con los asistentes y juegan bien con el papel del narrador protagonista, si se tiene una visión general, pero hay momentos en los que la narración corta el ritmo de la obra por lo rápido que se desarrolla. Lejos de alistarme en alguno de los dos bandos, voy a destacar la compenetración de ambos actores, que permiten que el público se identifique con ellos y ría, por verse reflejado o por lo cómico de la situación, pero que ría. Tan sólo una pega, no sé si es un recurso para asustar al enemigo, pero la exageración en algunos gestos se podría evitar.

El decorado deja claro que para discutir sólo hace falta una cosa, ganas, lo que haya alrededor es puro adorno y testigo del combate dialéctico. En todo caso bastaría con dos habituales compañeros de viaje en las discusiones de pareja, el mando a distancia y el sofá. La música que ameniza la lucha se adecúa al «ni contigo ni sin ti» que se trae la parejita.

Todo en conjunto deja una estampa digna de ver porque, de alguna manera u otra, todos estamos cortados por el mismo patrón y la misma guerra de sexos que se libra en el escenario se libra en el patio de butacas, con Lola luchamos todas y con Gorka batallan ellos, teniendo en cuenta que en todo conflicto hay que tener los cinco sentidos alerta y refugiarse en cualquier cabo suelto para atacar de nuevo, ya se sabe que en el amor y en la guerra, todo hueco es trinchera.

Por mucho fuego cruzado que se presencie, una sale con la sensación de haber disfrutado y con un deseo: que todas las peleas en la vida real sean como las de La guerra del sofá, inocuas, de las que no van más allá de un «si te toca a ti te aguantas» o «quita de mi vista ese cilindrín».

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Margarita Pérez

Me apasiona que me cuenten historias desde las tablas, desde la gran pantalla o desde la caja lista. ‘Mary Poppins’ me enganchó al cine, ’10 negritos’ al teatro. Nací con una tele debajo del brazo y un lápiz en la mano izquierda. «Librívora» desde la cuna. Escribo porque no sé vivir de otra manera. Ingeniera de Telecomunicación. Madrid, Madrid, Madrid…

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