Bibiana Fernández y Manuel Bandera nos cantan en el salón de su casa, en el teatro Infanta Isabel, una historia de amor en la madurez que termina antes de que la hayamos visto empezar.
Las ganas y el desenfreno inicial de una relación con acordes adolescentes se vuelven reparos y rutina para acabar con un tira y afloja en el que ninguno quiere ceder. Sin explicarse quién tiene la culpa de qué intentan justificar una situación de la que, me temo, no tienen especial interés en salir.
Guillermo González pone la música a este “ni contigo ni sin ti” que sorprende por el formato, demasiada canción seguida para mi gusto, pero cierto es que muchos momentos cómicos derivan del contraste entre una canción y la siguiente. En cuanto a la interpretación, me quedo con la voz de él y el “tirar a dar” de ella, no puedo hacerlo al contrario. Manuel hace gala de sus artes como seductor que tan buenos resultados le han dado siempre, Bibiana saca a relucir la mordacidad y la perspicacia que definen al personaje, al igual que los modelitos, de estar por casa, en su línea.
Sería muy arriesgado decir que será la comedia de la temporada, pero tiene su aquél. La mayoría de las risas vienen provocadas por la elocuente capacidad de reacción de los personajes, que responden como podríamos responder cualquiera en nuestra casa, ya sea hablando o cantando. Entrega, infidelidad, sexo y olvido son las miguitas de un camino que desemboca en una máxima cuanto menos preocupante: “la verdad nos la inculcan, las mentiras se parecen más a nosotros porque somos nosotros quienes las inventamos”.
Al terminar se queda uno con la duda de si es mejor jugar al amor como entraría un elefante en una cacharrería o andarse con pies de plomo. Creo que la mejor estrategia para ganar la partida sería poner ilusión y cautela, que uno no sabe en qué momento puede volver el boomerang y hay quien no es consciente de lo que se le vendría encima si el boomerang volviese.
Nos han cantado mil veces que el amor está en el aire, en el mismo aire que respiramos todos y que entre unos y otros acabamos viciando si no tenemos el cuidado de ventilar de cuando en cuando para que no se nos haga, como a Bibiana y Manuel, irrespirable.
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