CRÍTICA DE CINE | «Quatretondeta», un lugar del que acordarse

El director Pol Rodríguez presenta una manera tradicional de hacer cine, algo poco común en este tiempo de innovaciones. Por ello, su largometraje Quatretondeta supone un soplo de aire fresco al cine actual y con la actuación de un José Sacristán que muestra que está en una renacida época dorada para él.

La película nos presenta a Tomás (José Sacristán), un anciano que está en el entierro de su esposa. Cuando termina la misa, Iñaki (Julián Villagrán), el encargado de la funeraria, le dice que está todo listo para enviar los restos de su mujer a París donde los reclama su familia. Él le dice que no puede ser, que la tiene que enterrar en Quatretondeta, donde ella quería. En un despiste del encargado, Tomás consigue robar el coche fúnebre y desde aquí nos embarcaremos en el viaje surrealista que tanto el protagonista como Dora (Laia Marull), la hija de la fallecida que reclama el cuerpo, recorrerán por los terrenos agrestes y rurales de la provincia de Alicante.

El mayor logro de la película es su capacidad de conmover. Lo hará en su primera mitad, la parte más cómica y la más surrealista, aunque todo el film está cargado de surrealismo, como cuando Tomás está huyendo con el cadáver de su mujer y tiene que atender al velatorio del padre del Genovés, interpretado por Sergi López, y las situaciones absurdas que se encontrará con él.

Un humor, hay que avisarlo, negro y con toques necrófilos llevado a cabo por personajes llevados hasta la excentricidad más absoluta y situaciones que pocos se creerían que pasasen, pero aun así con ese pequeño toque de realidad.

Sin embargo, esa carga cómica desaparece, o más bien se transforma en su segunda parte, cuando vemos el dolor de Tomás y de Dora. Cada uno tiene el suyo, pero ambos lo comparten. El deseo de enterrar a alguien querido, de reencontrarse con las raíces perdidas y de la lucha de la memoria. Todo eso lo consigue plasmar Pol Rodríguez en los 92 minutos de duración ayudado por las magníficas interpretaciones de sus protagonistas.

José Sacristán en su papel de Tomás consigue dar forma a un señor que se hace querer desde su primera aparición en pantalla. En Tomás podemos ver a cualquier persona mayor cercana a nosotros y hará que su recuerdo nos acompañe durante su duración. Por su parte, Laia Marull como Dora nos muestra a la persona que huyó de sus raíces y que tiene que volver a ellas de forma reticente y de la peor manera, por enterrar a su madre. Poco a poco se irá dando cuenta de la belleza que se perdió y veremos cómo recupera esa ilusión por su tierra.

Si algo hay que echarle en cara a la película es el ritmo. La primera parte se presenta con un ritmo ágil y divertido, mientras que en la segunda, en la más dramática, lo pierde y se vuelve demasiado lenta. Puede que esa fuese la intención de Pol Rodríguez.

En definitiva una película que ha sabido aunar la parte cómica y la dramática con una belleza excepcional, acompañada por el paisaje alicantino en el que se rodó, y que producirá un pequeño torrente de emociones a los espectadores.

Daniel San Juan

León. Periodista. Me fui a Madrid para realizar el Máster en Comunicación de El Mundo. El cine es una de mis grandes pasiones y me encargaré de traer las novedades más recientes respecto al mundo de los largometrajes.

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