A pesar de que me he criado en uno, tengo la suerte de que “El Barrio” no me ha marcado tanto como a los protagonistas de la obra o, al menos, no de la misma manera.
Esta obra es un ejemplo de cómo una misma situación puede afectar de forma tan distinta a todos los que toman parte en ella, sin tener los unos más razón o mayor culpa que los otros.
Un guion con una carga sentimental clara, prolijo en la presentación del problema, pero que pasa de puntillas cuando se llega a uno de los orígenes del conflicto. La historia de Darío (Jaime Macanás) y Daniel (Rober Pascual) no tiene una continuación después del punto de inflexión que se dibuja desde el inicio de la obra. Al contrario que la historia de Darío y Adrián (Alfonso Muñoz), que sí la tiene. ¿Por qué? Si tuviera que apostar, diría que, a Darío, la masculinidad tóxica de Daniel le dolió entonces y le sigue doliendo ahora. En cambio, parece no darle tanta importancia al dolor que él causó a Adrián. Es lógico, es más fácil rechazar lo que nos hizo daño que rechazarnos a nosotros mismos por el daño que hayamos podido hacer.
Para mí, la mejor interpretación es la de Rober Pascual, quizás por la complicación que tiene dar vida a un personaje con un comportamiento tan controvertido. Es verdad que los gestos de los brazos me resultaron poco naturales y repetitivos, pero los tres actores salvan bastante bien el guion que tienen. Me costó creerme algunos de los diálogos y las reflexiones individuales, no me cuadra el uso de según qué expresiones en las situaciones que se presentan.
No sé si estaba preparado, pero ya que no hay muchos momentos que den lugar a que el público ría, no estaría de más sacar partido desde el enfado y la rabia al enredo con la cortina.
Al leer la sinopsis, una confía en que haya una evolución emocional de los personajes en relación con el problema original que finalmente no es tal. La historia se cierra, sin embargo, no creo que los personajes consideren que esa etapa de sus vidas quede resuelta o remendada, según el caso.
Sin ánimo de desvelar nada, esperaba a Darío más afectado en el tren de vuelta, tan ilusionado como iba en el tren de ida… Va a resultar que el barrio síinfluye en la gente, no siempre para mal.
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