Crítica de teatro | Luciérnagas, de Carolina Román

«A veces nos empeñamos en lo que no es para nosotros y nos adornamos con luces encandilantes», como hacen las luciérnagas, olvidándonos de que «la vida afuera conspira y tiene otros planes».

Julio (Jaime Reynolds) y Álex (Fede Rey) son dos hermanos a los que la vida no ha tratado bien, que cuidan el uno del otro, cada cual a su manera. Lucía (Carmen Gutiérrez), escapando de un pasado que hace suyo, llega al pueblo donde viven para cambiar su vida sin que se den cuenta, para ser un superhéroe con una cola blanca muy larga.

Luciérnagas es una de esas obras que te hace crecer como espectador. Aunque uno no viva la misma situación que los personajes, es muy difícil no sentirse identificado en algún momento con lo que están contando. Con algún gesto, con alguna frase, dan en el clavo que activa la fibra sensible de todos y cada uno de los que la hayan visto, apuesto lo que queráis a que es así.

Es una historia dura que nos demuestra que la vida no es un camino de rosas y que las que hay son, a veces, de plástico. Menos mal que hay algún que otro momento cómico en el que se puede coger aire.

No podría decantarme por uno de los actores en particular, los tres consiguen transmitir las sensaciones y sentimientos que experimentan los personajes a medida que se desarrolla la trama. Como pega, decir que encontré un poco bruscos sus cambios de humor y opinión, propios, por otro lado, de la inestabilidad en la que viven sumidos. La escenografía, acorde con la vida que llevan los hermanos, austera, el juego de luces, fantástico.

Los actores saben aprovechar la magia del teatro de salón, magia que te permite escuchar a escasos centímetros las risas de los actores o su voz temblorosa, ver de cerca unas lágrimas que perfectamente podrías enjugar desde tu sofá.

A poco que uno se siente entre el público con la intención de disfrutar y no de pasar el rato, se empapará de todo lo que transmiten, quizás por eso al salir de la sala se tiene el corazón encogido, quizás por eso queda la duda de saber cuánto tenemos de luciérnaga dentro de nosotros, cuántas veces habremos brillado sin que el resto quiera ver nuestra luz y cuántas veces nos habremos apagado al sentirnos amenazados por el miedo que da que alguien te quiera.

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Margarita Pérez

Me apasiona que me cuenten historias desde las tablas, desde la gran pantalla o desde la caja lista. ‘Mary Poppins’ me enganchó al cine, ’10 negritos’ al teatro. Nací con una tele debajo del brazo y un lápiz en la mano izquierda. «Librívora» desde la cuna. Escribo porque no sé vivir de otra manera. Ingeniera de Telecomunicación. Madrid, Madrid, Madrid…

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