Más apellidos vascos, más de lo mismo podrían pensar algunos. Lo cierto es que sí, pero no.
Ese es el gran hándicap de la obra, superar las expectativas que se generan con el cebo «de los creadores de Ocho apellidos vascos…». Aunque sé que las comparaciones son odiosas no lo puedo evitar, las tengo que hacer. Al igual que en la película, reinan los tópicos sobre andaluces y vascos, pero no es una segunda parte. Coincidencias geográficas y culturales al margen, el elemento común entre ambas es una historia de amor que parece romper todos los esquemas, en este caso, entre un vasco y una andaluza.
El que espere ver una obra de teatro al uso, que recomponga sus esquemas. Entre sketch y sketch la policía (Rebeca Valls) y el ertzaintza (Leo Rivera) dan rienda suelta al intercambio de gorra y txapela mientras el público viaja de Euskadi a Andalucía y viceversa a una velocidad de vértigo. El hecho de que los propios actores no dejen respiro alguno entre actuación y actuación, lo que podría ser un punto fuerte ya que obliga al espectador a no desconectar, se vuelve a ratos en contra de todos: el espectador no paladea, sólo engulle y los actores ven los acentos atropellados a pares.
Aún con este pero, el público ríe gracias al trabajo que hacen los actores y lo caricaturizada que queda la fama que vascos y andaluces han criado. De repente se cuela el tercero en discordia, el marido de “la Montse” (Patxi Freytez) venido desde Cataluña, quizás como antesala del próximo estreno de Ocho apellidos catalanes.
Lo que parece querer demostrarnos Más apellidos vascos es que la mezcla de culturas suma, no resta, y que la históricamente defendida incompatibilidad no es tal. Al fin y al cabo todos podemos ser retratados, ya no digo por nuestros defectos y nuestras virtudes, sino por lo que los demás opinan de nosotros, sea cierto o no.
En resumen, tiene puntos muy buenos, personalmente habría preferido menos cantidad y más tranquilidad, que ya se sabe que el que mucho abarca… Si me tuviera que quedar con un sketch me quedaría con el del nuevo iPhone vasco, por original; si me tuviera que quedar con un actor, me quedaría con Cecilia Solaguren, por versátil. ¿El mayor acierto? Precisamente desmarcarse de la película con una manera de hacer distinta, las comparaciones en caso de haber llevado la película al teatro habrían sido mucho más dolorosas.
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Me apasiona que me cuenten historias desde las tablas, desde la gran pantalla o desde la caja lista. ‘Mary Poppins’ me enganchó al cine, ’10 negritos’ al teatro. Nací con una tele debajo del brazo y un lápiz en la mano izquierda. «Librívora» desde la cuna. Escribo porque no sé vivir de otra manera. Ingeniera de Telecomunicación. Madrid, Madrid, Madrid…
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