Si vives o visitas Madrid, no creo que uno de tus planes sea pasar la noche en un bosque. Tampoco creo que, hasta hace unos días, hubiera muchas opciones. Sin embargo, The Stage Company se ha encargado de traer a la capital uno de los bosques mágicos más especiales. Sueño de una noche de verano ha llegado al Teatro Príncipe Gran Vía con el objetivo de contar esta hilarante historia de hadas, duendes, actores, enamorados y hechizos a través del humor, de fantásticas interpretaciones y de mucha música.
Todo sucede en la noche de San Juan. Dos actores y un invitado muy especial pretenden ensayar una obra de teatro, que no es tarea fácil. Esa noche también aparecen por el bosque cuatro enamorados, que se persiguen unos a otros sin apenas descanso. Más allá de los mortales están el Rey Oberón y la Reina Titania, seguidos por su séquito de hadas y duendes. Y, en medio de todos ellos, el duende Puck es el encargado de enredar las historias, de provocar confusiones y de verter a través de sus hechizos un poco de locura en esta mágica noche.
Son muchos los elementos que hacen que Sueño de una noche de verano se convierta en un viaje altamente recomendable. Para empezar, el primer gran acierto de esta comedia es su elenco dirigido por Carla Cabresse y Sebastián Prada. Actores y actrices como Ignasi Vidal, Mela Lenoir, Andrés Bagg, Naim Thomas, Lorena Fidalgo, Mariola Peña y Sergio Requés, por nombrar algunos, son una garantía de calidad más que suficiente en el espectáculo. Sin embargo, tengo que hacer una mención especial al trío formado por Cayetano Fernández, Edgar López y Luciano Vittori. En el momento en que los actores pisan el escenario es imposible contener las carcajadas. Los tres se complementan, crean un divertido equilibrio en el que el humor es la principal apuesta y, sin duda, ganan.
Otra de las destacables cualidades de la obra es la música en directo. La música original de Javier Giménez Zapiola acompaña perfectamente la historia, creando una atmósfera digna de un cuento de hadas y duendes. Sin embargo, y aquí mi única pega, el sonido no facilita siempre adentrarse en el bosque. En algunas ocasiones cuesta escuchar las letras de las canciones y, en mi opinión, voces tan potentes como las del elenco se ven algo empequeñecidas por este motivo. Quizás el musical ganaría en un teatro más grande, donde la música y la escenografía se apreciaran como se merecen. No obstante, si el teatro me pareció pequeño fue posiblemente porque lo que vi en el escenario era realmente grande.
Los aplausos procedentes de los habitantes del patio de butacas a mitad de las escenas, incapaces de contener su júbilo y reconocimiento, fueron la prueba de que esa noche el público dejó de estar en Madrid para transformarse en curiosos observadores de lo que ocurría en ese bosque que describió Shakespeare. Dicen que la noche de San Juan es mágica, pero ya no hace falta que el calendario marque junio para vivirla. La magia está en pequeñas cosas como la risa, la música, las rosas con poderes para enamorarse o en olvidarse una hora y media de aquellas cosas que son menos buenas. Si están de acuerdo conmigo en que eso es magia, entonces también lo estarán en que Sueño de una noche de verano tiene poderes. Puede que mi recomendación sea debida a que me hayan echado polvo de una flor mágica o puede que haya sido todo un sueño… No lo recuerdo, pero creo que ha surtido efecto.
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