Son muchas las preguntas que recibimos a lo largo del día a las que normalmente contestamos. El teatro, a veces, también nos cuestiona, aunque lo suele hacer de forma indirecta. Este no es el caso de Un enemigo del pueblo (Ágora), la versión libre que el director Àlex Rigola hace de la obra de Henrik Ibsen en el Pavón Teatro Kamikaze. Nao Albet, Israel Elejalde, Irene Escolar, Óscar de la Fuente y Francisco Reyes son los encargados de hacer que nos removamos en los asientos y que, de paso, se muevan los cimientos de nuestras creencias. Los actores y la actriz nos preguntan con las luces encendidas, mirándonos directamente y haciéndonos saber que nuestras decisiones y nuestro voto cuentan.
Sí o no. Solo dos opciones, dos papeletas. Verde o roja. No hay más respuestas, no hay un punto intermedio. Unos segundos para decidir, para dar una contestación tan radical como sí o no a tres preguntas relacionadas entre sí (de las que no quiero desvelar ni una palabra). Aunque no lo parezca, la obra nos pone en una tesitura tan real como la vida misma y precisamente es esa simulación y la historia que nos cuentan la que hace cuestionar el sistema (o asentarlo, depende de cada uno).
Un enemigo del pueblo reta al público desde los primeros minutos y es fácil entrar en el juego que proponen, reaccionar ante la provocación tan descarada pero tan sutil a la que nos enfrentamos desde el patio de butacas. Eso sí, la propuesta de Àlex Rigola solo es aconsejable para aquellas personas dispuestas a ir más allá del teatro convencional, que no tengan miedo a descubrir lo que pasa cuando desaparece la cuarta pared. Aunque algo tan distinto a lo que estamos acostumbrados puede causar distintas reacciones, no se puede negar que es arriesgado y valiente. Los actores y la actriz incitan a jugar a un público sediento de voz y voto que tiene el poder, o por lo menos eso es lo que parece a simple vista.
Hablar de la actuación de los cinco intérpretes es complicado y sencillo a la vez. Complicado porque hay riesgo de olvidarse de que están actuando y sencillo por eso mismo, ya que ese hecho solo puede deberse a un trabajo muy bien hecho. La firmeza y la naturalidad con la que encarnan los personajes con los que comparten nombre es precisamente una gran muestra del enorme talento que posee cada uno de ellos. Asumen un riesgo digno de admirar, prueba de una gran experiencia en las tablas y de una capacidad nata para crear ante los ojos del resto. Destacar la arrolladora y honesta actuación de Israel Elejalde, que una vez más está impecable, y la fuerza y determinación de Irene Escolar. La actriz interpreta a la alcaldesa, alcalde en la versión original, y es un gusto ver cómo es una mujer joven la que tiene el poder. Aun así, no hay que olvidar que sobre el escenario había cuatro hombres y una mujer que, aunque fuerte y poderosa, seguía siendo una y sola.
Debatir, reflexionar, cuestionar el sistema, a uno mismo y su lugar en la sociedad. La hipocresía y la empatía, lo correcto y lo justo. La masa, el voto, sí o no, la libertad de expresión y las posibles consecuencias de nuestros actos y decisiones. Porque nuestros actos, ¿son nuestros? Si la obra empieza haciendo algunas preguntas, son muchas más las que surgen al acabar la función. El debate que se generó en la sala continuó a la salida, con los demás y conmigo misma, y deduzco que seguirá así unos días más. Creo que no tener definidas las respuestas no es del todo malo, pero hay algo que tengo claro. Un enemigo del pueblo es un sí rotundo.
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