Escribir sobre Un día cualquiera me resulta extrañamente complicado. Ahora mismo me encuentro como Deb, una de las protagonistas, sentada frente al ordenador intentando encontrar las palabras exactas. Puede que sea porque no hay palabras exactas sino sensaciones, y lo que siento es algo parecido a un montón de papeles de colores volando con música de fondo. Voy a intentarlo.
Un día cualquiera habla del destino, de la casualidad o de como cada una quiera llamarlo. La historia pone el foco en Claire, Jason, Warren y Deb, cuyas vidas, aparentemente diferentes y distantes, se entrelazan como podrían hacerlo la nuestra y la de cualquier persona que nos crucemos un día cualquiera. Y es que, aunque no vivamos en Nueva York, el musical habla de cómo es sentirse perdido en una ciudad de edificios altos, del miedo y de no saber dónde está nuestro lugar. Eso sí, también nos invita a apreciar la belleza de lo cotidiano y a mirar a esos edificios de cara, por muy altos que sean.
De Un día cualquiera me fascinó todo. Podría poner alguna pega, pero ni la encuentro ni me quiero esforzar para hacerlo. Supongo que hay tantas visiones de algo tan subjetivo como el teatro como personas hayan visto la función ese día. En mi caso, salí enamorada de lo que vi en la sala 2 del Nuevo Teatro Alcalá. El musical, en el que se percibe un tremendo cuidado, tiene una escenografía tan sencilla como la historia que cuenta. Luces, música y algunos elementos que varían en cada escena. No es mucho, pero tampoco hace falta más.
Sin embargo, el boato de la producción es inversamente proporcional a la presencia, fuerza y alma que le ponen sus intérpretes. Oriol Burés, Laura Enrech, Víctor Gómez, Nacho Brande y Marina Pastor, dirigidos por Ferran Guiu, conforman el elenco que da vida a los protagonistas, que parecen hechos a medida. La aparente facilidad con la arrastran a sus personajes al mundo real hace que verse reflejado en sus ojos sea una tarea relativamente fácil, si es que lo es enfrentarse al mundo real. Y, por si fuera poco, lo hacen a través de las 19 canciones que componen el espectáculo. Lo cierto es que su larga experiencia avala su trabajo, pero no deja de ser un emocionante regalo disfrutarlo a pocos metros de distancia.
Un día cualquiera es un buen recordatorio de que no somos el ombligo del mundo, aunque a veces nos lo creamos. Quién sabe los efectos que pueden tener nuestras pequeñas acciones en la vida de los demás. Laura Enrech, en una entrevista, se refirió al terremoto que pueden provocar las alas de una mariposa para hablar de este musical. La verdad es que no puede haber mejor referencia que esa. Quizás sea la frase de un papel recogido del suelo, la belleza efímera de un boceto que nunca llegará a ser cuadro, los recuerdos metidos en cajas para seguir avanzando o la determinación del que no tiene miedo. Quizás sea todo a la vez o quizás sea un musical, un día cualquiera, en una sala de algún teatro. Nunca se sabe cuál puede ser el aleteo de mariposa que cause la catarsis.
MÁS INFORMACIÓN DE «UN DÍA CUALQUIERA» EN EL TEATRO NUEVO APOLO

Nacida en Madrid. De pequeña me daban miedo los teatros, ahora no salgo de ellos. Amante de las series, del cine, de la música, de los libros y de todo lo que te hacen sentir. Necesito escribir y a veces no leo lo que escribo. Deseando ver lo que la vida me va poniendo en el camino.
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