Era casi la una de la madrugada cuando, tras más de doce horas de festival, Delaporte hacía su aparición en el escenario principal del Zeid Fest 2024 para rematar la jornada musical y terminar de agotar la energía de las miles de personas que todavía aguantaban estoicamente para ver al dúo formado por Sandra y Sergio.
Solo hicieron falta un par de beats para tener al público a sus pies, deseoso de adentrarse en la catarsis que supone un concierto suyo. Con su último disco “Aquí y ahora” publicado hace tan solo unos meses, Delaporte estrenaba su temporada de festivales en Bilbao a pocos días de viajar hasta México para inyectar adrenalina a los compatriotas latinoamericanos con el show que lleva por nombre el título de este reciente trabajo.
Y es que los conciertos de Delaporte no son conciertos al uso. El espíritu de la electrónica invade cada centímetro de pista para sumergir a cada asistente en un estado físico y mental que pudiera parecer efecto de sustancias tóxicas y, sin embargo, es solo el reflejo de la energía que logran transmitir a golpe de rave.
Entremezclando los temas del último álbum con otros igual de esperados como ‘Clap Clap’, ‘Ni un beso’ o su adictiva versión de ‘Toro’, la sinergia que Sandra Delaporte es capaz de generar con el público convierte cada canción en un manifiesto expiatorio donde la liberación de endorfinas y la imposibilidad de mantener el cuerpo quieto funcionan a modo de experiencia extrasensorial.
Para esta nueva gira, además, el grupo electrónico apuesta por una estética de visuales muy trabajada que impregna de una personalidad única a cada canción del setlist, utilizando las pantallas para mostrar aquellas letras para las que es de obligado cumplimiento cantar a pleno pulmón en modo karaoke, como ‘Bang Bang’. El frenetismo lumínico llega también a su cúspide cuando suena ‘El techno cura’, uno de los temas de “Aquí y ahora”, y que es fácilmente extrapolable a lo que se siente durante y después de un concierto de Delaporte.
Que el espectáculo no deja un minuto al respiro es una certeza, como también lo es la frase que Sandra no paró de repetir en todo el concierto: «lo que estamos viviendo ahora no se volverá a repetir jamás», de ahí el nombre del último disco. Y lo sabe tan bien que se deja el alma —y, entre nosotros, no quiero imaginar cuántas calorías— en cada canción como si fuera a ser la última que cantará en su vida.
Las letras juguetonas como la de ‘Droga dura’ se combinaron con algunas más relativistas como ‘No es el fin del mundo’ e incluso otras más emocionalmente dependientes como en ‘Cariñito’. Se echaron en falta alguno de los temas más recientes del dúo, como ‘Ángel caído’, pero el cierre sampleando la ‘Gasolina’ de Daddy Yankee en una explosión techno con Sandra tumbada sobre el público y siendo desplazada de mano en mano compensa cualquier espinita.
Y así, tras una hora y cuarto sin parar de saltar y exorcizar todo lo que nos quedaba dentro del cuerpo, Delaporte se despidió del escenario dejándonos con la sensación de haber asistido a una sesión de technoterapia que no solo cura sino que es altamente adictiva. Quizá, por aquello de que el momento que vivimos nunca se repite, lo único que nos queda es repetir más conciertos en su compañía. Que vayan contando conmigo para el siguiente.
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