Las relaciones entre vecinos siempre han dado un gran juego, son el leitmotiv o el aliciente de muchas de las películas, series, obras de teatro o libros. Tratándose de un tema tan recurrente, ¿qué puede aportar Vecinos? ¿Qué tiene de diferente?
En esta ocasión, los vecinos de Silvia (Paula Grueso) y Jerónimo (Alejandro Butrón) ni están ni se les espera. Son los propios intérpretes quienes nos los dibujan y dejan que cada uno, incluso ellos mismos, se los imagine como prefiera y saque sus propias conclusiones.
La obra es un canto al «unos tanto y otros tan poco». Apenas unos metros separan sus viviendas, pero sus vidas son radicalmente distintas. Mientras Elena y Alberto nadan en la abundancia, Silvia y Jerónimo se ven con el agua al cuello, tanto económica como emocionalmente. Por eso, los protagonistas ven en el encargo de cuidar de la casa de sus vecinos durante su viaje una oportunidad de hacer suyas las vidas ajenas, disfrutar de lo que se les niega y dar rienda suelta a su imaginación y su pasión.
Ambos actores se vuelcan en acercarnos unas reflexiones, en su mayoría filosóficas, marcadas por las enseñanzas de un tal Raymond Cohen desde la admiración por parte de ella y la indiferencia por parte de él, cuya interpretación me convenció más, me dejó a medias el tono tirando a monótono de la actriz. Silvia y Jerónimo nos cuentan su visión de la vida basándose en la forma tan distinta que tienen ambas parejas de afrontar situaciones cotidianas, en cuyo análisis esperaba encontrar un lenguaje más llano.
Me distraje en algunos momentos, quizás pensando en tanta marca y tanto zapato. Aprecié matices que valoro, pero que no me atrevo a definir porque tengo la impresión de que se escaparon cosas que me habrían permitido hilar un par de escenas que me descolocaron. Salí convencida de que aún no soy una espectadora lo suficientemente curtida como para sacar todo el partido a una obra de estas características.
Con los respiros cómicos de las intromisiones oníricas del escritor, el director y los actores dejan patente, con un interés innegable, la hipocresía de los que critican aquello que ansían por el hecho de no verlo a su alcance y encuentran con ello consuelo a sus aspiraciones frustradas. Igual que queda al descubierto cómo el jugar a ponernos en el lugar de otro se nos puede ir de las manos, lo que no sé es si al final la curiosidad mató al gato.
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Me apasiona que me cuenten historias desde las tablas, desde la gran pantalla o desde la caja lista. ‘Mary Poppins’ me enganchó al cine, ’10 negritos’ al teatro. Nací con una tele debajo del brazo y un lápiz en la mano izquierda. «Librívora» desde la cuna. Escribo porque no sé vivir de otra manera. Ingeniera de Telecomunicación. Madrid, Madrid, Madrid…
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