Arturo Cicera Mompou fue un importante escritor, pintor, director, actor y compositor madrileño, entre otras cosas, que viajó por todo el mundo y dejó tras de sí un legado artístico de gran valor, además de una considerable fortuna. Arturo vivió fiel a sus creencias e ideales hasta el día de su 101 cumpleaños, cuando falleció rodeado de sus sobrinos y del loro que le había acompañado durante sus últimos 40 años.
Entre las últimas voluntades de Arturo estaba la de convertir su funeral en una fiesta llena de música, baile y alegría y la encargada de organizarlo no podía ser otra que la compañía La Cubana. El lugar elegido, el Teatro Calderón de Madrid, se llena de coronas y personalidades para dar el último adiós a Arturo y, por extraño que parezca, lo que allí se vive es una auténtica fiesta.
No diré mucho sobre Adiós Arturo porque la sorpresa es parte de su encanto, pero puedo asegurar que es una oportunidad para vivir una experiencia de lo más original. Si desde el instante en el que cruzas la puerta del teatro hay un grupo de personas que te invita a formar parte del evento, no te queda otra que creértelo y entrar en el juego. Y vaya si hay juego… El espectáculo, dirigido por Jordi Milán, es ritmo, color y surrealismo en estado puro. No hay tregua, la locura va sin frenos y subirse al carro es, sin duda, la opción más acertada.
Si me dicen que tan solo diez personas forman la compañía, no me lo creo. La capacidad de trasformación de los intérpretes es de aplaudir hasta decir basta, pero su mérito no termina ahí. No bastando con encarnar a incontables personajes, más de 50 seguro, irradian una energía constante que llega hasta la última butaca del Calderón. Si a esa enorme entrega le sumas el vestuario, la caracterización, la escenografía y los infinitos detalles que componen Adiós Arturo, el resultado es fascinante. Mención especial merece el equipo técnico del espectáculo porque, si hay una auténtica locura en escena, no quiero imaginar la función que hay tras el telón.
Adiós Arturo es como un semáforo en rojo en medio de una autopista. En esta época donde reinan la irascibilidad, las prisas y el estrés, llega La Cubana a ofrecernos diversión. No hay reflexiones profundas, no hay dobles sentidos. Solo eso, dos horas de verdadero entretenimiento y alegría. Adiós Arturo es un respiro, la oportunidad de parar un momento para, simplemente, disfrutar. Ojalá mucha gente viva este canto a la vida que trae La Cubana y ponga en práctica el sabio consejo de Arturo: “¡Aprovechad lo que os queda!”.
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Nacida en Madrid. De pequeña me daban miedo los teatros, ahora no salgo de ellos. Amante de las series, del cine, de la música, de los libros y de todo lo que te hacen sentir. Necesito escribir y a veces no leo lo que escribo. Deseando ver lo que la vida me va poniendo en el camino.
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4 Comments
La obra me a parecido muy mediocre y aburrida.
Yo la vi la semana pasada y es un coñazo, no hay por donde cogerla
Yo pienso todo lo contrario. Es divertida y estupenda. Yo no me la perdería.
La comedia de adiós Arturo, me ha parecido de lo más aburrida que he visto hasta ahora. Pesada y rara. En ocasiones de quedarme dormida (no sólo yo, incluid@s l@s cinco acompañantes). El comienzo muy pesado y muy poca gracia en la interpretación. Una obra muy mediocres, no entiendo como se mantiene en escena.