Nadie, pero nadie, en la compañía finlandesa Rovio se podía haber imaginado el éxito que lograrían con su juego para móviles. Estoy hablando, claramente, de Angry Birds, ese videojuego estrenado por primera vez en 2009 en el que teníamos que lanzar con un tirachinas a unos pájaros no voladores contra una serie de estructuras con cerdos dentro y acabar con ellos. Una mecánica simple pero resultona con una historia aún más simple, pues lo hacían para recuperar los huevos que los porcinos les habían robado.
El juego fue un éxito y desde ese año hasta la fecha se han lanzado numerosas entregas. Seasons, Río, Space o Star Wars son algunos de los otros títulos que la compañía lanzó para explotar la saga. Ahora, para revitalizarla, llega a las carteleras una película basada en esta divertida app. Lo hace con el nombre de Angry Birds y dirigida por Fergal Reilly y Clay Kaytis.
El largometraje sorprende, aunque no se puede comparar con otras superproducciones de Disney o de Pixar. El film es mucho mejor de lo que se esperaba y eso se agradece. Sin embargo, va destinado a un público infantil. No quiero decir con esto que evite el humor irónico destinado al público adulto, sino que se decanta más por una producción dirigida a los más pequeños con el objetivo de llamar la atención del público más joven, los principales jugadores de los juegos.
Argumentalmente la cinta no presenta ninguna novedad, salvo que nos contará la historia de cómo los pájaros y los cerdos empezaron su guerra. La trama empieza mostrando la vida de unas aves que habitan en una isla tropical, pero su convivencia tranquila se verá interrumpida por la llegada de los cerdos, que pretenden hacerse con todos los huevos. Es entonces cuando Red, el protagonista, el pájaro más gruñón y marginado de todos, tendrá que convertirse en un héroe y recuperarlos. Como podéis comprobar la trama no es ninguna novedad y el mensaje que quiere trasmitir es el de la importancia de la familia y la aceptación.
El mayor logro del metraje es sin duda la animación con la que está realizado. Los personajes son muy expresivos y mantienen las propiedades que poseían en el juego al ser lanzados: el tucán será un boomerang, los pequeños azules de dividirán en tres, el negro explota… Además, mientras que en el juego son solo una cabeza, aquí les han adaptado a ser bípedos, usando sus alas como manos y, más importante aún, les han dado sentimientos, algo que en el juego ni se intuía.
Si antes mencioné el mayor logro, la parte más positiva, también tiene una negativa, y es que la cinta tarda en arrancar y presentarnos lo más importante de la trama. Será en su parte final donde el espectador encontrará el mayor atractivo, cuando se presente la versión cinematográfica de la destrucción que pueden causar los pájaros al ser lanzados por el tirachinas.
El último punto a destacar, en el caso de la versión española, es su doblaje. En España se ha optado por cuatro rostros muy mediáticos para los principales personajes. Santiago Segura es Red, el protagonista y José Mota es Chuck, el pájaro amarillo con problemas de velocidad. Sus voces ya nos encandilaron en Monstruos S.A. y aquí repiten experiencia. A ellos se unen Álex de la Iglesia como Leonardo, el rey cerdito, y Cristina Castaño como Matilda, la terapeuta de control de la ira. Con este plantel, sin duda, el doblaje es uno de sus puntos fuertes.
En definitiva, una película familiar que tiene detrás un gran trabajo y que no defraudará a los más pequeños de la casa, pero que sí dejará algo descafeinados a los adultos. Esperemos que si sale su segunda parte, pues la trama se deja abierta a una posible secuela, se corrija esos pequeños fallos.
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