CRÍTICA DE TEATRO | «Aihua», del Cirque des Sens

Aihua es el nombre del mundo de ilusiones que la compañía Cirque des Sens nos presenta en el Teatro Calderón de Madrid.

Desde hace unos cuantos años es difícil que algo así nos sorprenda y es inevitable realizar comparaciones, que dicen son odiosas, entre el Cirque du Soleil y todo lo que huele a circo. Mi compromiso en esta crítica es no hacerlo y poner el listón donde mis conocimientos sobre el mundo circense me den a entender.

Los protagonistas son dos niños que se sumergen en un universo de fantasía y emprenden un viaje en el que les acompañan acróbatas, saltimbanquis y todo tipo de criaturas. Afortunadamente, la historia gira en torno a los niños y no en torno a los adultos, porque los adultos habríamos hecho caso omiso de la llamada de aquellos que quieren jugar con nosotros o dejarnos boquiabiertos con ilusiones ópticas, pero los niños no, los niños se dejan llevar por aquello que hace volar su imaginación y así acaban haciéndonos partícipes a todos.

Aihua es un espectáculo para toda la familia, los pequeños sueñan y se asombran mientras que los mayores se debaten entre la admiración y la envidia al ver las arriesgadas piruetas y las inconcebibles contorsiones. Destacaría dos números, la actuación final y el despliegue de las acroestatuas. A Cuchi Cuchi, en cambio, no le habría sacado de su escondite, me pareció un poco pegote, será que me estoy haciendo mayor. Pese a que la valoración del conjunto, por mi parte, es buena, hubo un detalle que deslució el trabajo: se escucharon demasiados aplausos forzados. Dejemos que el público aplauda cuando lo crea conveniente, incitar a aplaudir reiteradamente es hacer trampa y en el circo no debería haber ni trampa ni cartón.

Entre saltos y equilibrios hay tiempo para que el público participe con un toque de humor y caiga en la cuenta, si no lo había hecho antes, de que las acrobacias se le quedan a uno grandes cuando ni siquiera se es capaz de encadenar dos tandas de palmadas con ayuda de “Ki”, el peculiar maestro de ceremonias.

Creo que el mayor error que se puede cometer es entrar al Teatro Calderón con la esperanza de ver un reflejo del Cirque du Soleil. Permitidme que os dé un consejo: juzgad una vez acabada la representación, antes creed ser niños de nuevo y, simplemente, disfrutad de la magia del circo.

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Margarita Pérez

Me apasiona que me cuenten historias desde las tablas, desde la gran pantalla o desde la caja lista. ‘Mary Poppins’ me enganchó al cine, ’10 negritos’ al teatro. Nací con una tele debajo del brazo y un lápiz en la mano izquierda. «Librívora» desde la cuna. Escribo porque no sé vivir de otra manera. Ingeniera de Telecomunicación. Madrid, Madrid, Madrid…

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