¿Que llamándose “FAN” la obra me lo podría haber imaginado? Sí, pero no sé si fue porque no leí el panfleto o porque era tarde y mis neuronas no fueron capaces de atar cabos. El caso es que no vi venir ninguno de los dos puntos de giro principales. Y me alegro porque al principio pensé que iba a ser más de lo mismo, pero no. Bueno, espero que no porque da un poco de miedo.
Os recomiendo que hagáis lo mismo, no indaguéis. Id a la aventura y quedaos pensando quién preferiríais ser y con cuál de los otros dos no querríais encontraros. Muy divertido verlo desde fuera, pero vaya cuadro. Te ríes, claro que te ríes, pero bajito porque sabes que lo que llaman realidad no dista mucho de lo que se supone que es ficción y te parece factible que lo que tienes delante de las narices esté pasando en algún lugar en ese mismo momento.
En Felipe (Jaime Riba) vemos el afán de protagonismo y reconocimiento público conseguidos a través de la mentira y la traición que dejan a Canadá (Juan Jesús Di Manuel) con ese rencor y las ganas de venganza que, afortunadamente, pueden menos que el sentido común. Sentido común que parece faltarle a Mónica (Laura Ledesma) que encarna ese equivocado sentimiento de pertenencia e idealización que tanto y tan rápido han alimentado las redes sociales. Para hacérnoslo mirar…
“FAN” tiene la duración justa, quizás acortaría la trama de escritura del guion de la siguiente temporada, pero por ponerme tiquismiquis. Es divertida y dinámica y no se extiende para ganar tiempo, buena y breve, con lo cual, dos veces buena. Cuenta, además, con algo que funciona muy bien que es el sarcasmo, gracias principalmente a Canadá.
Me descolocó, eso sí, que fuera tan identificable con una famosísima serie. He tirado de hemeroteca por si “FAN” estuviera basada en hechos reales y lo único que he encontrado habla de disputas entre productoras por lo que entiendo que no. Me parece un poco arriesgado presentar esa referencia porque puede llevar al espectador a pensar en la serie y no prestar tanta atención a la obra.
“FAN” se representa en la sala pequeña del teatro Lara, donde la distancia con los actores es casi inexistente, donde elenco y público están prácticamente a la misma altura, física, quiero decir. Eso tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Las buenas, sobre todo, para el público porque es mucho más inmersivo, te da la sensación de estar en el salón de esa casa. Nos faltó probar la sopa, que visto lo visto no fue gran pérdida. Ahora, podemos decir que los guantazos son reales. Me temo que lo peor se lo llevan los actores porque habitualmente el público tiende a controlar la risa para no molestar, lo que no parece buen baremo. En cualquier caso, siempre nos quedarán los aplausos al final para dictar sentencia.
No sólo es difícil decidirse por un personaje, sino también quedarse con uno de los actores porque son tres planteamientos totalmente distintos. Voy a mojarme, como ella, y voy a decantarme por Laura por la envidia que me da la facilidad que muestra para pasar del llanto al sosiego y viceversa en la escena del paraguas.
En cuanto a los personajes, en mi caso no tengo muy claro si preferiría ser Canadá o Felipe, lo que sé es que no querría encontrarme con Mónica, ni siendo el uno, ni siendo el otro. La ducha calentita, que cada uno se la dé en su casa, que a veces la generosidad y la empatía las carga el diablo.
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