Nadie presagiaba, allá por 2013, que lo que comenzó siendo una obra cuasifamiliar representada en el hall del teatro Lara acabaría, cuatro años más tarde, siendo reclamo de premios y movilizando a cientos de fans en la gran pantalla española. Pero dicen que los sueños se cumplen, y sino que se lo pregunten a Javier Calvo y Javier Ambrossi, que de esto entienden un rato.
Concebido como musical para el teatro, La Llamada narra la historia de María (Macarena García), una joven amante del reggaetón que está pasando el verano junto a su amiga Susana (Anna Castillo) en el campamento cristiano La Brújula. Una noche en su habitación presencia al mismísimo Dios (Richard Collins-Moore) cantándole por Whitney Houston, y desde ese momento se desencadena una búsqueda espiritual y personal que traerá de cabeza a Sor Bernarda (Gracia Olayo) y a Milagros, (la brillante Belén Cuesta, carne de Goya) una monja que también necesita encontrar respuestas.
Adaptar al cine una obra de teatro aplaudida con unanimidad y hacer complejo lo sencillo, dimensionando la historia —con primeros planos, contraplanos, detalle…— sin que el espectador se desconecte de sus protagonistas y se continúe transmitiendo la misma verdad era un reto peligroso de afrontar, pero los Javis han sabido construir una película que no pervierte en absoluto su esencia, tan importante de mantener para no defraudar a los fans que durante estos años han hecho del musical todo un fenómeno.
La Llamada, una sobresaliente ópera prima sobre el amor y el respeto
La Llamada se ha convertido en una larga conversación telefónica, de esas en la que ninguno de los dos implicados quiere colgar, de esas en las que confiesas tus miedos entre carcajadas y de las que al acabar te dejan una sonrisa en la cara y la sensación de querer gritarle al mundo que estás alegre, que dirían en la película.
El tándem formado por directores y actrices se convierte durante noventa minutos en ese interlocutor del que no quieres despedirte porque te hace sentir más vivo y más humano; porque te enseña a valorar las pequeñas cosas; porque te emociona y te hace reír al mismo tiempo. Sin grandes alardes, sin cliffhangers y sin escenas de acción, solo narrando con frescura e inocencia el viaje interior de cuatro mujeres cuyo único pecado son sus inmensas ganas de vivir, con todo lo que la palabra implica.
Con la fantástica fotografía de Migue Amoedo (Goya a mejor dirección de fotografía por La novia) y una dirección de actrices excelente, La Llamada saca lo mejor de su elenco y de paso de nosotros mismos. Nos recuerda la importancia de ser auténticos y de tolerar al diferente y nos conmueve a golpe de electrolatino y sinceridad, toneladas de sinceridad implícitas en un reparto que traspasa la pantalla para hacer del espectador un cómplice más. Un cómplice que, sin duda, saldrá del cine deseando repetir su particular experiencia religiosa.
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