CRÍTICA DE TEATRO | El secuestro del adivino, de Zenón Recalde

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Dos hombres en apuros, un adivino en horas bajas, el sótano de la casa de mamá y un partido del Atleti. Estos son los ingredientes con los que Zenón Recalde cocina El secuestro del adivino en el Teatro Rialto de Madrid.

La comedia refleja lo que podría definirse como un atraco made in Spain, sin cabos sueltos, con su tecnología punta, sus atracadores experimentados… O no.

Berto (Diego Molero) y Quique (Javier Navares) tienen prisa por saldar una deuda el uno y por ganar un dinerillo el otro y deciden conseguirlo por la vía rápida, no se les ocurre otra cosa que raptar a Fabio Mercurio (Rappel), un televisivo adivino que no pasa por su mejor momento.

La idea en sí no es mala, allá la conciencia de cada uno, pero el modus operandi deja bastante que desear, igual que dejó que desear el sonido, demasiadas subidas repentinas. Volviendo al argumento de la obra, habría preferido que se centrase más en el secuestro y la relación entre secuestrado y secuestradores y no tanto en el partido del Atleti, pero esto podría ser porque soy merengue.

Los personajes forman la pareja ideal, la ideal para que todo falle. Diego Molero se hace pasar por un colchonero de corazón que aporta, afortunadamente, la tensión y el cerebro y que tiene en el personaje de Javier Navares al compañero fiel y bonachón que es capaz de meterse en un jardín por salvarle el cuello. Me quedo con este último, sus patadas al diccionario y sus escasas luces son la salsa de esta comedia, que es buena y entretenida, pero no tengo claro que tanto como para ser la comedia del verano, desde mi punto de vista esa etiqueta es susceptible de revisión.

Por una parte vemos la osadía de los secuestradores por encerrar a Rappel en un sótano y por otra la osadía de Rappel por encerrarse en un teatro por primera vez. Digamos que salva el pellejo y los muebles, más certero con las intervenciones cortas que con las largas, más gracioso cuando se olvidaba de la persona y se dejaba llevar por el personaje. Como la ocasión la pintan calva, no sólo aprovechó para enseñarnos la ventiloterapia, sino también para defender la futurología y meterse con algún que otro compañero de profesión, me refiero a la adivinatoria.

Quizás os estéis preguntando si un adivino podría haber visto en su bola de cristal que le iban a secuestrar y haberse ahorrado el disgusto, id a ver «El secuestro del adivino» y lo sabréis, o no, que hay cosas que es mejor mantener en secreto.

Margarita Pérez

Me apasiona que me cuenten historias desde las tablas, desde la gran pantalla o desde la caja lista. ‘Mary Poppins’ me enganchó al cine, ’10 negritos’ al teatro. Nací con una tele debajo del brazo y un lápiz en la mano izquierda. «Librívora» desde la cuna. Escribo porque no sé vivir de otra manera. Ingeniera de Telecomunicación. Madrid, Madrid, Madrid…

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