Hace algo más de un año, un chico de 20 años llamado Alfred García decidió presentarse a Operación Triunfo, un conocido programa musical. Lleno de ambición y metas, pasaba horas al piano componiendo y creando historias. Al otro lado de la pantalla, sin ser él consciente de ello, miles de personas escuchaban atentas su música. El viernes algunas de esas personas pudieron vivir sus canciones en directo, dando comienzo a una gira que, con toda seguridad, precederá a muchas otras.
Un piano ocupaba el centro del escenario de la sala Joy Eslava de Madrid, que se iba llenando de gente a medida que pasaban los minutos. Era la segunda noche del catalán en la capital, ambas con todas las entradas vendidas. Poco a poco se acercaba la hora y el ambiente se iba cargando de nervios e ilusión. Entre el público había algunas personas con un ojo rodeado por un círculo rojo y, precisamente con este color, dio comienzo el concierto.
La sala se tiñó de rojo y el piano comenzó a simular llamas, como si del suelo de Marte se tratase. “Qué larga se hace la espera”, pero todo apuntaba a que había merecido la pena cuando Alfred y su banda salieron al escenario. La primera canción fue 1016, como no podía ser de otra manera, seguida por Insurrección, la canción de El Último De La Fila que el cantante había interpretado en Operación Triunfo. Tras este enérgico comienzo y con el público entregado desde el primer minuto, las luces iluminaron Joy Eslava mientras cientos de voces coreaban con el cantante Que nos sigan las luces.
Alfred García llevó al público hasta Barcelona, su ciudad, para dar paso a continuación a su segundo single, Wonder. Tras esto, llegó la primera sorpresa de la noche. Joe Pérez-Orive subió al escenario con una guitarra y, juntos, trasladaron a los asistentes De la Tierra hasta Marte. Alfred tampoco se quedó solo en la siguiente canción, ya que una seguidora le acompañó en los primeros acordes de La ciudad, canción a la que siguieron Volver a empezar y Londres. La emoción llegó con Por si te hace falta, aunque las lágrimas no impidieron que la sala se llenara de voces que prometían estar ahí.
Continuando con el viaje, Alfred pasó por Sevilla, sacó su trombón en Lo que puedo dar y, tras presentar al equipo (hasta la última persona), apareció en escena el segundo invitado de la noche. Carlos Sadness y Alfred interpretaron No cuentes conmigo y, después de una despedida poco convincente del catalán en la que sentenció que “como que esta guitarra es azul, vamos a volver a Madrid”, tuvo lugar uno de los momentos más especiales de la noche. Llegaba el turno de Madrid, canción que el cantante dedicó a su compañera Nerea, que estaba entre el público y visiblemente emocionada, sentimiento que contagió a todos los presentes.
Como era de esperar, el concierto no había terminado. Con Et vull veure, Vete de mí y Amar Pelos Dois, que acabó con una preciosa parte a capella en la que solo se escuchaba la voz del pratense, llegó el final del concierto. El broche final fue Let me go, canción en la que el cantante acabó saltando entre el público, con una energía desbordante que había mantenido durante toda la noche.
Alfred demostró que el escenario es su sitio y que él es música. Su pasión, fuerza y entrega se notaron en cada canción, algo que comparte con el resto de su banda, que se ha convertido en una parte imprescindible del proyecto. Se nota cuando algo se hace con ilusión y cariño y eso sucedió con el concierto. Alfred demostró que ha llegado para quedarse y que piensa llegar lejos, de la Tierra hasta Marte.
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