CRÍTICA DE TEATRO | «Después del ensayo», de Ingman Bergman

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El Teatro Infanta Isabel acoge desde el 10 de octubre Después del ensayo, una obra autobiográfica del autor y director Ingman Bergman. Adaptada por José Hinojosa y dirigida por Juan José Alonso, se define como «una reflexión sobre la vida que no se quiere vivir». Un gran Emilio Gutiérrez Caba da vida a un director que se enfrenta con el paso del tiempo, reflejo de Bergman. Le acompañan en el viaje Chusa Barbero y Rocío Peláez, que interpretan a Raquel y a Ana, respectivamente.

Esta obra habla de sentimientos tan humanos como el desamor, la ilusión menguada por el paso del tiempo, las inseguridades que golpean el día a día o la soledad. Cuando acudimos a ver una función, esperamos ver historias que nos hagan sentir, que nos transporten, que nos reflejen. Queremos sentir lo que sienten los personajes, ver esa realidad de la que huimos o algo completamente distinto a ella. Eso es el teatro, viajar desde la butaca. Sin embargo, Después del ensayo no nos hace viajar muy lejos para vivir todo lo anterior. La historia se desarrolla dentro de un teatro, un teatro algo oscuro, pero no por ello menos real. Realidad dentro de la historia, una realidad invisible con la que no es difícil identificarse, especialmente para actores y directores.

Emilio Gutiérrez Caba hace alarde de su gran talento de una manera destacable, dando al personaje lo que necesita en cada momento y enseñando al público lo más escondido del director al que da vida. Chusa Barbero consigue reflejar en Raquel una actriz cuya luz lucha por no apagarse, pero a la que inevitablemente el paso del tiempo está consumiendo. Finalmente, Rocío Peláez interpreta a Ana, una joven que busca alejarse de su pasado y consolidar su carrera como actriz, mundo en el que ha vivido desde pequeña. Los tres forman un engranaje que funciona, que muestra distintas las visiones de una realidad oculta pero existente.

Después del ensayo comienza en una sala de ensayo sin luz y acaba en esa misma sala, también sin luz. Se podría llegar a pensar que algo de iluminación (y no a través de los focos) ayudaría a contar la historia, daría más ritmo y vida a una escena que en ciertos momentos parece apagarse. Sin embargo, tras haber reflexionado sobre lo ocurrido en el escenario, se puede decir que es esa oscuridad lo que define la obra. Esa oscuridad que refleja un interior aun más oscuro, un interior que se muestra sobre las tablas a través de palabras, luces y sombras. Quizás por ello no es una obra para todo el mundo, pero nunca está de más acercarnos de vez en cuando a nuestro yo más profundo.

Marta Carrasco

Nacida en Madrid. De pequeña me daban miedo los teatros, ahora no salgo de ellos. Amante de las series, del cine, de la música, de los libros y de todo lo que te hacen sentir. Necesito escribir y a veces no leo lo que escribo. Deseando ver lo que la vida me va poniendo en el camino.

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