La mayoría de las películas biográficas suelen arrojar una mirada complaciente sobre el personaje del que tratan. Los mejores momentos de su vida, los más importantes, retratados a lo largo de los minutos de duración que tiene y, si toca alguna parte «oscura», no profundiza en ello. Miles Ahead es de las contrarias. Un film poco benévolo con el personaje al que retrata, y para el que se vale en su mayoría de una ficción con pequeños tintes de la realidad.
La película toma la biografía de Miles Davis, el príncipe de las tinieblas, un músico excepcional y a la vez una personalidad oscura. El largometraje arranca con un Davis (Don Cheadle) avejentado y recluido en su casa de Nueva York. Un ambiente tenebroso, cargado de botellas vacías y de drogas.
La película se centra en los años finales de los 70, en los que el músico se apartó de la luz pública, atrapado en una espiral de drogas y dolor. Para romper esa espiral aparece Dave (Ewan McGregor), un periodista musical que tratará de rescatarlo de la oscuridad y devolverlo al lugar al que pertenece.
El metraje narra los cinco años que el músico desapareció de la vida pública. Un periodo de tiempo del que volvió con más fuerza, empezando una nueva época dorada, y que aunque no ha sido muy explorado, sí que está bien documentado. Un material que nos lleva del presente al pasado más feliz en la época de Davis, en el que convivía aún con su primera mujer y su musa, Frances (Emayatzy Corinealdi), y a la que extraña, aunque fuese él mismo quien la apartó de su lado.
Aunque Ewan McGregor me encanta como actor y en esta película lo hace bien, no puedo sino que centrarme en el verdadero protagonista, y que a la vez es director, coguionista y productor de la misma, Don Cheadle. La recreación de Cheadle es exquisita y como director primerizo su realización desprende sensibilidad y pasión. No sería de extrañar que fuese un claro candidato al Oscar en la próxima edición. Eso sí, de momento solo como Mejor actor.
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