«Considero el cine como una concentración de artes. El cine es un trabajo complejo que reúne elementos de la pintura y la literatura… Uno no puede hablar de cine sin hablar de literatura, de teatro, de pintura y de música… Muchas artes se convierten en una sola. Pese a todo, una película es una película».
«Considero el cine como una concentración de artes. El cine es un trabajo complejo que reúne elementos de la pintura y la literatura… Uno no puede hablar de cine sin hablar de literatura, de teatro, de pintura y de música… Muchas artes se convierten en una sola. Pese a todo, una película es una película».
Esta frase del ya fallecido director de cine japonés Akira Kurosawa explica a la perfección lo que es el cine. Un conjunto de todas las demás artes y, a pesar de eso, algo con identidad propia.
Como arte tiene múltiples expresiones. Desde el cine comercial que pretende llegar al mayor número de gente posible, hasta el cine independiente o el cine de autor.
Sin embargo, mucho ha cambiado el cine desde que lo hermanos Lumiére crearan su cinematógrafo en 1895. Aunque los hermanos dijeron que «el cine es una invención sin ningún futuro», aprovecharon todo lo que el nuevo invento les ofreció para montar un negocio rentable.
Los Lumière enviaban un cinematógrafo y un operador donde fuera requerido, por ejemplo, a la coronación del zar Nicolás. Con estas cintas rodadas en los lugares más exóticos del planeta surgió el montaje al cortar y colocar los fotogramas de manera que estos tuviesen un sentido durante la proyección.
Su posición económica y el interés que mostraban hacia la ciencia les hicieron menospreciar las posibilidades comerciales de su invento, por lo que finalmente abandonaron la producción cinematográfica. Cuán equivocados estaban, pues mucho ha evolucionado el cine desde entonces y mucho éxito ha tenido.
Las primeras proyecciones eran simplemente pequeños cortos con imágenes de la vida cotidiana como la salida de los trabajadores de una fábrica de los propios hermanos Lumiere. Después se pasarían a pequeñas películas de corta duración como ‘Viaje a la Luna’ de Meliés, quien está considerado como uno de los creadores del cine de ciencia ficción.
A lo largo del siglo XX se fue perfeccionando la técnica del cine. La industria se mejoró con nuevas cámaras y efectos especiales. Se coloreaban fotogramas para que las películas presentasen color; se pasó del cine mudo al cine sonoro y también se abandonó el blanco y negro para que llegase un color sin necesidad de colorear fotogramas.
Es entonces cuando llegamos hasta nuestros días, con una industria ya consolidada y con una serie de avances y tecnologías difíciles de imaginar por los cineastas de principios del siglo XX. Paisajes y efectos especiales recreados por ordenador y las películas que se reproducen en 3D son una muestra de como el cine ha evolucionado y ha influido tanto en tan poco tiempo.
Una evolución que tiene uno de sus exponentes en una película estrenada en 1988 bajo el título de ‘Cinema Paradiso’. Este largometraje italiano dirigido por Giuseppe Tornatore muestra los avances tanto tecnológicos como propiamente cinematográficos, e incluso sociales desde la perspectiva del cine de un pueblo siciliano desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los años ochenta.
Si algo denota esta película es la visión de Tornatore hacia el cine, una visión de amor incondicional hacia ese medio que se ha convertido en su vida y, para los que la hayan visto, en la vida de todos los habitantes de ese pequeño pueblo siciliano, pues todo se mueve alrededor del Cinema Paradiso, y también del espectador.
La imagen del protagonista, Salvatore (‘Totò’ como se le apodaba cariñosamente) sosteniendo entre sus manos los fotogramas de películas mientras las mira completamente ensimismado es una muestra más de ese amor por el celuloide.
Esa imagen es una de las que hace comprender a los espectadores que el cine es algo más que imágenes en movimiento. Es el amor a un arte.
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