Los niños ya no son como en antaño; la televisión, tampoco. Tal vez por ello no es de extrañar ver cuerpos pueriles que no alcanzan el metro y medio bailando reggaetón o cualquier otro tipo de disciplina que hasta hace unos años resultaba imposible en nuestro país. Aunque, pese al carácter del cambio, una cosa permanece: los niños funcionan en televisión.
El pasado lunes se estrenó la segunda edición de ‘Pequeños Gigantes’, el programa presentado por Jesús Vázquez donde diferentes pandillas de artistas de entre 4 y 12 años se disputan una beca de estudios pagada por Mediaset. Para ello, cinco rostros conocidos de la pequeña pantalla les acompañan en su camino por el talent a modo de padrinos. Un recorrido que no es nada sencillo si tenemos en cuenta que la decisión última le corresponde al público. Es decir, por muy bien que lo haga el chiquillo, si no empatiza con los asistentes y con la audiencia, de poco le valdrá el esfuerzo. Es el precio de la televisión: no siempre gana el mejor; y no por ganar te aseguras el éxito (si no, que se lo digan a Bisbal).
La audiencia es soberana y a lo largo de los años ha demostrado que su palabra es la ley. Ya no existen los famosos autoimpuestos por TVE. El público elige quién gusta y quién es desechable; caduco que diría Risto Mejide. Pero, ¿qué requisitos ha de tener un niño para poder ganar un talent de estas características?
Los grandes estereotipos de la España profunda perduran década tras década. No es de extrañar encontrarse Joselitos, Marisoles o cualquier otro tipo de niño prodigio con tendencia flamenca que marque un “olé” del público al final de cada oración. Aun así, esta fórmula está cambiando y cada vez es más común contemplar mini-Pitbulls o mini-Ylenias. Un giro de guion que hace presagiar un poco beneficioso futuro para las próximas generaciones de este país.
Inciso realizado, hay que reconocer que ‘Pequeños Gigantes’ mantiene las raíces patrias de forma natural. Por ejemplo, una de las grandes revelaciones de la primera gala fue un niño que se había comido a Raphael. Fue su gran noche, no cabe la menor duda. Y, si tenemos en cuenta que el ganador de la primera edición del talent —ahora padrino— así como el de ‘La Voz Kids’, tienen como característica central el flamenco, las estadísticas hacia quién será el ganador son más que claras.
Pero la cuestión es, ¿por qué emplear a niños como reclamo de audiencia? ¿No existe una tendencia a la sobrecarga ante tal aglomeración de pequeños queriendo convertirse en el nuevo Ruiseñor del país? Y lo más importante, si hablamos de un formato destinado a un público generalista pero donde se busca también la llegada a los más jóvenes, ¿por qué un prime time que finalice en horario nocturno casi de after?
Desde tiempos remotos el salero de los más pequeños ha sido un éxito en la televisión. Cuerpos menudos de gran carisma, habilidades insospechadas y arte a raudales. Es España, tierra de artistas; que dirían muchos. Aun así, un sector de la audiencia ha terminado por aborrecer el formato, por aburrirse de ver siempre los mismos perfiles en busca de un hueco efímero en nuestra particular “caja tonta”.
Mediaset no ha tardado ni una semana en cambiar unos por otros. Una vez finalizase ‘La Voz Kids’, eran los ‘Pequeños Gigantes’ los que llegaban a la cadena líder del grupo para colarse entre aquella audiencia todavía algo perdida por el cambio de título. Los protagonistas son los mismos; los niños y Jesús Vázquez. Muchos cantan, otros bailan, pero el fin último es idéntico: entretener.
El hecho de que el programa terminase una vez entrado el late night no fue un inconveniente para la mayoría del público. Sólo aquel target con niños que pretendían imponerse a las estrategias de programación de Mediaset se quejaron. Sin embargo, hay que recalcar que pese a las normas morales o lógicas de la sociedad civil, la televisión funciona como un medio ajeno que se desvive por el incremento de los beneficios (más aún al tratarse de una cadena privada) y que no tienen por qué complacer de este modo a la audiencia cuando al fin y al cabo continúan siguiéndoles.
Tanto es así que el público respondió con un buen 20% de share y casi 3 millones de espectadores. No obstante, se quedaron muy por detrás de las cifras de la primera edición del talent (25,1% y 3.312.000), y de su máximo competidor de los lunes, la serie revelación de Antena 3 ‘Mar de plástico’ (20’2% y 3.728.000 personas).
Si tenemos en cuenta que los datos de ‘La Voz Kids’ fueron muy superiores en cuanto a recepción y cosecha, habrá que ver la evolución del talent de habilidades para comprobar si nos encontramos ante un nuevo caso de desgaste de formato o los niños continúan siendo un reclamo por parte del público. Tal vez estos también necesiten unas vacaciones, o, quién sabe, tal vez lo que desean es volver a la escuela.
Dicen que nací con un mando a distancia bajo el brazo, pero ni así pude evitar ver a Leticia Sabater hacer flexiones por televisión. Sin embargo, no todo fue malo. Aprendí a imitar a Lina Morgan, me creí un genio de lámpara con Paz Padilla, cantaba “*furor furor nana nana nanara*” a todas horas y siempre quise participar en ‘Soy el que más sabe de TV del mundo’. Tal vez por ello ahora me dedico a escribir sobre mi adorada pequeña pantalla. Y, tal vez por eso, hice de ello mi modo de vida.
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