[CRÍTICA] Buscando el norte… ¿o el sur?

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Realidades dramatizadas y dramas realistas. La sociedad española ha sufrido un emigración masiva desde que la crisis económica dejase sin dinero, sin casa, sin futuro, a miles de personas. En un país de migrantes no es algo nuevo, pero sí olvidado desde el punto de vista audiovisual. Cuando la sociedad despierta y el dolor se trivializa llega el momento de plasmarlo, llega el momento de buscar el norte (o el sur).

La audiencia –con un 19,1% de share y 3.466.000 espectadores, 4.246.000 en simulcast– parece haber respaldado a este grupo de españoles que se mudaron a Alemania con la esperanza de mejorar sus vidas, de hacer borrón y cuenta nueva, de pagar la hipoteca. El sueño americano se ha transformado en el sueño alemán, donde Merkel es el símbolo del euro, donde la cerveza y las Frankfurt son el producto nacional –donde el jamón serrano es cotizado cual ganga en las rebajas–. Pero, ¿es oro todo lo que reluce o sacar brillo al cobre se ha convertido en el auténtico trabajo de los españoles en Alemania?

Bajo esta premisa parte la nueva serie de Antena 3: Buscando el Norte. Una producción por la que la cadena de San Sebastián de los Reyes ha apostado muy fuerte al situarla el miércoles en parrilla contra el indomable Bertín –y ante la cual Telecinco contraprogramó muy sabiamente con el tercer pase de Ocho apellidos vascos–. El argumento es sencillo: un grupo de españoles “huyen” a Alemania en vista de que su futuro en España es más oscuro que las arcas públicas. Y así, de la nada, como si de un juego de niños se tratase, Carol y Alex –una pareja de hermanos que está viviendo un momento “delicado”– hacen sus maletas para emprender un nuevo viaje.

La premisa es ciertamente infantil, como lo es su guiño al mítico baile de Ross y Monica en Friends.

¿A alguien en su sano juicio se le ocurriría ver Españoles por el Mundo y, acto seguido, decidir que emigra a Alemania? Las prisas no siempre son las óptimas para determinar los pasos a dar y en Buscando el Norte parece que buscan el sprint en una carrera de fondo. Ese es el fallo.

El primer capítulo está marcado por la narrativa española más propia e histórica del universo audiovisual patrio. Y es que, si por algo se caracteriza la ficción tradicional es por abrir las tramas y conflictos de forma “explosiva” en el primer capítulo. Un aspecto cada vez más odiado por unas nuevas generaciones acostumbradas a la ficción americana, donde los protagonistas no se muestran tan blancos, tan puros, desde el minuto uno. No es difícil imaginar cómo van a evolucionar las tramas, y es un hándicap que si no está bien tratado puede repercutir muy en contra conforme avancen los episodios.

Buscando el Norte es el Bienvenido Mr. Marshall del siglo XXI, el símil berlanguiano, el resurgir de la comedia costumbrista que nunca partió, la evolución del humor llano y simple, el gag continuo, el chiste por minuto. El tópico llevado al extremo ya se había desarrollado con el tirón de Ocho apellidos vascos y, en la pequeña pantalla, con Allí Abajo. Era el momento de explotar la fórmula con el tirón de la tercera película más taquillera del 2015: Perdiendo el norte. Si Telecinco Cinema triunfó con la historia de amor entre Rafa y Amaia, ¿por qué no podía hacer lo propio Atresmedia?

Las audiencias respaldan –de momento– la elección, pero la crítica es más dispar. Un alemán conduciendo un Mercedes, una española con un BQ, el embutido como religión y la cerveza sustituyendo al agua como bebida, no es muy original. Ya no sorprende. Todo lo que gana en el hecho de tratar de trivializar un drama como es la constante emigración española, lo pierde en la desgastada personalidad de sus personajes.

Pero Buscando el Norte también es una comedia correcta que cumple su función de entretener al espectador, de hacer reír, de olvidar el día y mecanizar los pensamientos en una ficción que podría ser la realidad de cualquier familiar cercano. Porque –como bien expresa la moraleja del capítulo– “aunque haya muchas historias diferentes, no dejan de ser la misma: la de gente que abandona su pasado para mejorar su futuro”.

Miriam Puelles

Dicen que nací con un mando a distancia bajo el brazo, pero ni así pude evitar ver a Leticia Sabater hacer flexiones por televisión. Sin embargo, no todo fue malo. Aprendí a imitar a Lina Morgan, me creí un genio de lámpara con Paz Padilla, cantaba “*furor furor nana nana nanara*” a todas horas y siempre quise participar en ‘Soy el que más sabe de TV del mundo’. Tal vez por ello ahora me dedico a escribir sobre mi adorada pequeña pantalla. Y, tal vez por eso, hice de ello mi modo de vida.

1 Comentario

  1. Avatar
    Robin Crowley 11/02/2016 at 19:13 -  Responder

    En mi opinión, Miriam necesita alejarse un poco de su closet literario y relajarse, no se, buscarse un novio o novia!, se preocupa demasiado por un EXCELENTE PROGRAMA que no es más que comedia ligera de ficción cuyo único fin consiste en divertir a los televidentes, ¡esta piba parece un robotito programado para criticar! jajajajaja

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