CRÍTICA DE CINE | «El olivo», un grito ecológico en la gran pantalla

Existe una frase que afirma que antiguamente una ardilla podía cruzar España de punta a punta sin tocar el suelo correteando por los árboles que la poblaban. Actualmente esto ya no se podría cumplir, pues debido a la construcción, a la tala de árboles, a la desertificación y al expolio de esos árboles milenarios, la pobre ardilla no saldría ni de la provincia en la que viva. Es esa última causa, la del expolio, la que la cineasta Icíar Bollaín trata en su última película, El olivo, que se estrena este 6 de mayo.

La sensibilidad de la cineasta a la hora de dirigir su última película hace conjugar de manera perfectamente sutil el drama y el humor con un resultado más que excelente. Aunque centrándose sobre todo en el género dramático, es capaz de mezclar tintes de road movie y de comedia para plasmarnos esta historia de pobres perdedores que mantienen una pequeña esperanza. El resultado: un relato posible y creíble.

En el largometraje veremos a Alma, una joven de 20 años que trabaja en una granja de pollos en un pueblo del interior de Castellón. Su abuelo, que para extraña sorpresa de su familia dejó de hablar hace años, es la persona que más le importa en este mundo. Ahora que ha decidido dejar de comer también, Alma se obsesiona con que lo único que puede hacer volver a su abuelo a su estado natural es recuperar el olivo milenario que la familia vendió contra su voluntad hace 12 años. Sin decir la verdad, sin un plan, y sin apenas dinero, Alma embarca a su tío “Alcachofa”, de 45 años, arruinado por la crisis, a su compañero de trabajo Rafa, de 30, a sus amigas Wiki y Adelle y a todo su pueblo, en una empresa imposible: recuperar el monumental olivo, replantado en algún lugar de Europa, y traerlo de vuelta a la masía familiar.

El trío de protagonistas de la película es otra de las cosas a destacar. El casting encabezado por Anna Castillo, Pep Ambròs y Javier Gutiérrez muestra una buena química en pantalla mostrando tres perfiles diferentes en sus personajes, pero a la vez muy similares. Anna interpreta con gran veracidad a una joven caradura, una lianta y una descerebrada con mucho coraje capaz de hacer lo que sea con tal de conseguir su objetivo.

Javier Gutiérrez es el tío de Alma, un hombre arruinado por la crisis, divorciado y que intenta seguir adelante. Pese a ser un supuesto secundario, Javier acapara gran parte de la atención durante la película con sus chascarrillos y con sus intentos fallidos a la par que divertidos y emotivos de conciliación con su sobrina. A él se le suma el papel de Pep Ambròs haciendo de devoto y enamorado amigo de Alma, capaz de dejar su trabajo por seguirla.

En su totalidad nos habla de respetar nuestra herencia ecológica, algo muy poco valorado hoy en día. Pero también del respeto a la familia y a las tradiciones que portan consigo, tradiciones que al mismo tiempo se están perdiendo.

Bollaín lanza un grito silencioso en la pantalla grande que hará que los espectadores se queden en la butaca esperando el desenlace de esta historia, moviendo las emociones para reflexionar sobre el futuro de nuestros recursos naturales y la herencia ecológica que dejaremos.

Daniel San Juan

León. Periodista. Me fui a Madrid para realizar el Máster en Comunicación de El Mundo. El cine es una de mis grandes pasiones y me encargaré de traer las novedades más recientes respecto al mundo de los largometrajes.

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