SINOPSIS
Historia de una ninfómana contada por ella misma. Una fría noche invernal, un viejo solterón (Stellan Skarsgård) encuentra en un callejón a una joven (Charlotte Gainsbourg) herida y casi inconsciente. Después de recogerla y cuidarla, siente curiosidad por saber cómo pudo haber llegado esa mujer a semejante situación; escucha atentamente el relato que ella hace de su vida, una vida llena de conflictos y turbias relaciones.
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*Nota: La película ha sido dividida en dos partes únicamente para su estreno en cines debido a su extensa duración. Recomendamos visionar antes el volumen I para comprender la historia como un todo.
La RAE define el término ninfomanía como un «deseo violento e insaciable en la mujer de entregarse a la cópula», si bien los “ninfómanos” no existen, ya que el término dirigido al género masculino es sátiro, cuya definición según la RAE es «hombre lascivo». La lascivia es descrita como «propensión a los deleites carnales» o «apetito inmoderado de algo», resultando curioso que en el caso femenino se catalogue de violento y en el masculino de, simplemente, inmoderado.
Y es quizá esa concepción de una enfermedad como la ninfomanía la que envuelve toda la cinta de Lars von Trier. Joe se presenta como «una mala persona» para inmediatamente después diagnosticarse como ninfómana. Es esa asociación de conceptos la que persigue a Joe durante su madurez, visible en este segundo volumen.
La obligada segunda parte, nacida de una decisión puramente comercial para deleite de las taquillas y aceptada pero no supervisada por su director, se inicia exactamente en el punto en el que fundió a negro la anterior. En pocos minutos dejamos atrás a la Joe más joven, (interpretada por Stacy Martin), para adentrarnos en la Joe adulta.
Este segundo volumen es mucho más frío y desamparado. Aquí el sexo deja de ser disfrutado para ser sufrido y reprimido. Se pierde también el toque de humor que impregnaba la primera mitad del film y asistimos al declive emocional y físico de la protagonista, a sus intentos por darle un sentido a su vida, por encontrarse a sí misma, por redimirse de alguna manera. Lágrimas, sangre, represión, dolor… Angustia.
Durante los tres capítulos que completan el puzzle de Joe también conocemos algo más a Seligman, que vuelve a convertirse en la figura de anti-narrador perfecto. Sus paralelismos y digresiones filosóficas y religiosas con las experiencias que Joe va narrando siguen siendo de lo mejor del largometraje y continúan aportando ese toque irreverente y casi blasfemo tan sello de la casa Von Trier. Lejos de ser un secundario necesario para el relato se erige como un personaje vital para darle coherencia y moral a la historia, para hacernos pensar sin manipularnos; para aportar otro punto de vista libre de prejuicios.
En cuanto al tan comentado aspecto pornográfico de la película, Nymphomaniac es un drama en mayúsculas, no una película porno. ¿Abunda el sexo? Obviamente sí. ¿Son escenas gratuitas? No. Todas y cada una de las experiencias sexuales mostradas en la cinta aportan algo al relato. No existe ninguna introducida para el disfrute del espectador más ávido de pornografía barata. De hecho, en esta segunda parte las escenas altamente explícitas son de todo menos estimulantes, aunque en cualquier caso, quien vaya a ver esta película con ganas de escandalizarse tendrá motivos para hacerlo. No es cine para cualquiera. Lars von Trier no es director para cualquiera.
El clímax de la película llega con su cierre. Sórdido, irónico y cargado de posibles lecturas. El director danés lo vuelve a hacer firmando un largometraje polémico desde el embrión hasta el final del parto. Nymphomaniac es un relato punzante para las falsas morales y las mentes políticamente correctas. Con este film, además, el director cierra su «trilogía de la depresión», compuesta por las películas Anticristo y Melancolía.
Nymphomaniac volumen I y II es una cinta que merece la pena ver. A la espera de poder disfrutar la versión completa sin divisiones ni censura, (de más de cinco horas de duración), podemos afirmar que estamos ante unas buenas interpretaciones, una más que notable fotografía, una acertada dirección y sobretodo una apuesta arriesgada y controvertida; un guión de libre moraleja para el espectador, que no quedará indiferente y se llevará la película consigo más allá de los títulos de crédito.
Para algunos un canto feminista; para otros una apología del antifeminismo. Para mí una demostración de que el ser humano es, quiera o no, un esclavo de su sexualidad.
Nota: 8.5
Por Rocío Muñoz
Comunicadora, fotógrafa y videógrafa. Me embarqué en YourWay Magazine para vivir desde dentro lo que siempre había seguido desde fuera. Fuente inagotable de conversación sobre cine, música, televisión y Eurovisión. Tan rara como cualquiera.
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