[CRÍTICA] El Caso, crónica de un suceso olvidado

El Caso - Fotografía Pedro Valdezate

Producir una serie de televisión para TVE ambientada en los años 60 no sólo es un reto, sino una obra de ingeniería. La pública vive en una constante donde cualquier formato que se salga de su línea puede acabar transformándose en algo totalmente distinto, difuso, cuya esencia quede relegada a la nada. Sin embargo, hay series que sólo pueden ser contadas en TVE, que tienen que ser emitidas por esta cadena, y El Caso. Crónica de sucesos, es una de ellas.

En pleno tardofranquismo, un periódico de sucesos abandonaba los límites éticos del oficio para llegar hasta la verdad, para desentrañar los crímenes más bochornosos de la España de 1960. Era El Caso, un rotativo de los de antes, de los de máquina de escribir, de los de periodistas oscuros con cigarro en una mano y whiskey en la otra. Unas líneas tan férreas que difícil vez podrían ser fracturadas salvo que el propio enemigo se colase hasta la cocina: el poder.

Bajo esta premisa arranca la serie. La llegada de Clara (Verónica Sánchez) a la redacción, hija de altos diplomáticos ligados al régimen, supone no sólo un temor al cómputo global de la ideología del periódico, sino un giro de guion a la forma de hacer de Jesús (Fernando Guillén), el reportero estrella. La figura de una mujer como compañera de travesía no es agradable para un lobo solitario acostumbrado a dirigir su propio trabajo. Sin embargo, ambos están condenados a entenderse y, como en toda serie que se precie, así será.

El primer capítulo está centralizado en estos dos personajes protagonistas, quienes cada semana tendrán que desenmascarar un nuevo suceso ocurrido en la ciudad. Hasta la fecha poco se sabe de lo que les rodea, pero sin duda la trama amorosa se presiente como obvia. Los polos opuestos, los personajes antagónicos, son un reclamo de escenas sentimentales donde apoyar necesariamente un drama policíaco. Y esta vez no va a ser menos. El problema es que no están solos. Sin embargo, mostrar todas las cartas del reparto en el piloto suele ser contraproducente, y aunque suele ser una tendencia habitual, España va avanzando en el impacto a largo plazo.

La culpable es Plano a Plano, una productora que bebe de la ficción estadounidense y que deja huellas cinematográficas en todas sus obras. El rodaje de las escenas a plano, lento, aumentando los tiempos de grabación, no es palpable en el resultado final, pero el trabajo previo es inmenso. Si bien es cierto que siguen cojos en las escenas con croma, la estética general y la fotografía de los 60 es una delicia en la pantalla. Tal vez por ello Plano a Plano está viviendo uno de sus momentos más dulces como empresa —con éxitos como Allí Abajo o El Príncipe— y tal vez por ello puede llevar a El Caso a una difícil utopía: su estabilización en TVE.

El público respondió con solvencia ante un martes complejo donde el fútbol mantuvo su hegemonía televisiva. No era sencillo, pero la nueva ficción sumó 2.531.000 espectadores y un 13.2% de share, situándose en segundo lugar de la noche por encima del omnipresente GH VIP de Telecinco. El problema es que mantener estas cifras no va a ser tan sencillo.

El ritmo dista mucho de lo que se espera en un prime time donde la frase «el tiempo vale oro en televisión» cobra sentido en su significado más literal. Muchas secuencias se hacen pesadas por su temática y a la larga un espectador generalista en esta franja horaria puede terminar por cambiar de canal. No obstante, tratándose de un primer capítulo, la espera es primordial y las segundas oportunidades también. Esperar a conocer el desarrollo de las tramas, si consiguen sostener la principal y abrir más raíces para no sobrecargar ni hegemonizar a los dos protagonistas, puede ser decisivo. Ahí se vería la diferencia entre tradición y evolución, entre el trasvase de las producciones españolas a la marca estadounidense.

CAPITULO 1º_PipoFernandez©108

El cómputo global de El Caso es neutro, expectante, pero tiene pequeños matices que marcan la diferencia. Uno de ellos es el guiño musical a una de las grandes obras cinematográficas españolas: El Verdugo (1963). Una película que no sólo comparte con esta serie su temática mortífera, sino también su realidad, su época, su riesgo a la censura.

Así comienza esta nueva ficción de TVE, una producción difícil y costosa, pero que puede dar esperanzas a un canal con un déficit de audiencia cada vez más preocupante. La cadena es la óptima, la idea sublime, y la necesidad de recuperar la historia del país desde una perspectiva realista y audiovisual es evidente. Sólo Cuéntame cómo pasó ha logrado perdurar en el tiempo con un contexto en su origen similar, y a día de hoy es prácticamente imposible que vuelva a suceder, pero el paso —como siempre— ya está dado. Fernando Guillén Cuervo ha necesitado siete años para que este proyecto saliese a la luz, pero, sin duda, ha merecido la pena.

Miriam Puelles

Dicen que nací con un mando a distancia bajo el brazo, pero ni así pude evitar ver a Leticia Sabater hacer flexiones por televisión. Sin embargo, no todo fue malo. Aprendí a imitar a Lina Morgan, me creí un genio de lámpara con Paz Padilla, cantaba “*furor furor nana nana nanara*” a todas horas y siempre quise participar en ‘Soy el que más sabe de TV del mundo’. Tal vez por ello ahora me dedico a escribir sobre mi adorada pequeña pantalla. Y, tal vez por eso, hice de ello mi modo de vida.

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